El Liderazgo da poder, estatus y un nivel de importancia dentro del grupo y el entorno que de una u otra forma alimentan nuestro ego y disparan altas dosis de dopamina a nuestro cerebro, haciendo que cada vez nos sintamos mejor, pero que también necesitemos más de ese poder para mantener nuestro bienestar.
Mientras más alto es tu nivel dentro de la jerarquía de un grupo, por más que pregonemos las estructuras matriciales y planas, siempre habrá alguien o algunos con más poder a los que el resto admiran, respetan, valoran, temen o rinden pleitesía por estos mismos factores condicionantes del comportamiento humano.
Nuestros antepasados cavernícolas, lo hacían con el macho alfa del grupo, por razones de supervivencia, de él dependía la satisfacción de las necesidades básicas de alimentación y protección, era quien cazaba para la tribu y enfrentaba los peligros que los acechaban, inspiraba temor y respeto y tenía una gran responsabilidad que era recompensada con algunos privilegios como comer primero hasta saciarse y sus decisiones eran la ley de la caverna.
No es muy diferente hoy en día, todos en mayor o menor medida rendimos esa misma reverencia a nuestros líderes, algunos por miedo, otros por necesidad y muchos otros (afortunadamente) por admiración y respeto a la autoridad que ostentan por su experiencia, conocimiento y sabiduría para asumir las situaciones.
Pero esa importancia es efímera, cuando las personas por diferentes razones abandonan esa posición de liderazgo dejan con el paso del tiempo de tener esa preponderancia para los demás y los factores que antes hacían actuar al grupo de cierta manera hacia él, van menguando hasta, en muchos casos, desaparecer.
Es por eso que vemos tantas personas aferradas al poder, no lo quieren soltar por que saben que esos privilegios desaparecerán y el ocaso del liderazgo es un trago difícil de pasar, esto sucede cuando ese liderazgo se basa más en el Poder que en la Autoridad.
Por naturaleza somos así, tanto líderes como seguidores y cuando ese vinculo desaparece, nuestras actitudes hacia ese líder cambian, ya no lo necesitamos, ya tenemos alguien más que nos proteja y olvidamos aquello que hizo por nosotros, su poder o autoridad se desvanecen y nuestras prioridades cambian, es decir, con la llegada de un nuevo líder tendemos a olvidar pronto al anterior o pasa a ser uno más sin importancia, ya sus deseos no son ordenes para mi...
En mi concepto el liderazgo por poder se da por una asignación (nombramiento o toma hostil) y se basa en el miedo, por las acciones que esa persona puede tener contra mi y que afecten mi supervivencia (perder el trabajo o mi puesto en el grupo, por ejemplo), este tipo de líderes pocas veces son admirados y generalmente son odiados y temidos por sus seguidores, consiguen resultados con la fuerza pero no son sostenibles en el tiempo.
El líder por autoridad se gana a pulso ese liderazgo con base en su conocimiento, experiencia y sabiduría para afrontar las situaciones, es un referente para los demás y pocas veces es temido, por el contrario es admirado y respetado con amor por sus equipos y seguidores, consiguen los resultados por convicción y generalmente esos resultados se mantienen y la gratitud y su ejemplo ayudan a fortalecer el liderazgo de los que vienen detrás de él.
Debemos entonces construir nuestro legado sobre bases sólidas, esas bases no son más que los principios o valores que nos hacen buenos seres humanos, el respeto por las diferencias, la valoración del trabajo y aporte de los otros, la coherencia entre lo que pensamos, creemos, decimos y hacemos cada día, el tratar a los demás como queremos ser tratados, la generosidad y la empatía, son principios que harán que nuestro liderazgo no sea efímero y quede en las personas un sentimiento de respeto y gratitud por lo que aprendieron y crecieron a nuestro lado y nos recuerden con admiración siendo siempre referentes para su vida.
Qué clase de líder quieres ser y cómo quieres ser recordado?