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  • Foto del escritorElkin Botero

Mil maneras de perder el tiempo... la historia de Alberto

Son las 7 de la mañana, desde que estamos trabajando en remoto, la hora de empezar el día se adelantó, a pesar de que ya no tenemos que desplazarnos con la misma frecuencia de antes, de hecho algunos ya no tenemos que desplazarnos, salvo de la habitación al estudio o en otros casos de la cama a la silla donde pasamos el día entero, el tiempo nos rinde menos, es como si se nos escurriera entre los dedos como la arena de la playa, de reunión en reunión y al final del día sentimos que lo que realmente teníamos que hacer no se hizo y llega el sentimiento aburridor y deprimente de la culpa por haber perdido el día. Ya no sabemos a que hora terminamos de trabajar y es que de hecho hay días que no terminamos, es el cansancio el que termina con nosotros.


Este escenario un poco deprimente (mucho, dirían algunos) se viene repitiendo día a día y nos somos capaces de ponerle freno, por más que intentamos parar, la agenda se va llenando de reuniones y no tenemos un minuto para respirar, tomarnos un café o incluso ir al baño, ¿es esto acaso lo que que soñábamos cuando pedíamos a la compañía más flexibilidad y apertura para trabajar desde casa? Claro que no, y menos cuando todo pasó de manera tan abrupta, sin preparación ni anestesia alguna.


Pero en parte y diría yo que en mucha parte la culpa de que esto pase es nuestra por no aprender a decir que no, por permitir que nuestra agenda sea manejada por los demás y por no tener la valentía (que no es ausencia de miedo, no señor) de levantar la mano y decir que no podemos atender tal o cual reunión, porque debemos darle prioridad a otro tema, incluso si el que la cita es nuestro jefe.


Necesitamos hábitos de higiene en este trabajo remoto o tele trabajo, dependiendo del país por las connotaciones legales que tiene una u otra denominación, pero que a la hora del té es la misma cosa para el tema que nos ocupa, y necesitamos también un proceso de educación en doble vía de esos hábitos, pues tanto los miembros de un equipo, como los líderes requieren hacer cambios profundos en sus hábitos y comportamientos.


Muchas de las reuniones que tenemos en nuestro día, son para hacer seguimiento a tal o cual tema, en muchos casos no deberíamos de estar ahí, es más ni siquiera es necesaria la reunión, pero para el líder de turno es una forma de tener control sobre el equipo, para validar si están trabajando o no, pues este jefe se olvida de algo fundamental, el trabajo remoto requiere dos cosas: Definición de Objetivos y Confianza, sin ellos es imposible avanzar en los proyectos. ¿Has pensado cuantas de tus reuniones son de este tipo y cuantas horas a la semana podrías emplear en cosas más productivas y retadoras?


Por otro lado pero en el mismo camino, asistimos a reuniones interminables, que de paso hacen que lleguemos tarde a otras reuniones, por la falta de planeación, definición de roles y propósito claro de la reunión, yo las llamo "Divagación en Línea", nadie aporta nada nuevo a la reunión, el que quiere llamar la atención de su jefe opina cosas sin fundamento y la mayoría se preguntan - ¿Qué hago yo aquí, con todo lo que tengo que hacer? -, además que como el objetivo no es claro nunca se decide nada, salvo la fecha de la siguiente reunión, para seguir perdiendo el tiempo, y así se nos van muchas horas de nuestra agenda.


Pero no todo es culpa de los demás, tambien nosotros dejamos escapar el tiempo en nuestras distracciones, de las cuales cada día tenemos más y más, es normal ver en los navegadores de las personas, cuando compartan sus pantallas en alguna reunión, como mantenemos abiertas seis o siete ventanas de redes sociales, periódicos, paginas de chismes, etc y cuando menos pensamos estamos distraídos con ellas, las tenemos como rutas de escape al estrés y al aburrimiento (de una de las reuniones descritas arriba) o lo hacemos con el celular, que no deja de mostrar notificaciones que hacen que nuestra mirada se desvié cada ton por son y no somos capaces de aguantar la tentación de mirar y saber que está pasando.


Si no tomas control de tu tiempo, aprendes a decir que no, con argumentos, priorizas tus actividades, aprendes a diferenciar y a decidir sobre lo que es urgente y es importante, optimizas tus reuniones con una buena planeación, así no seas el organizador y educas a los demás, además de sacar tiempo para estirar las piernas, tomar aire fresco y hablar con las personas que te rodean, el estrés se seguirá acumulando y el tiempo se te seguirá escapando sin remedio.


Una buena técnica, muy conocida para lograr tiempos de concentración, sin distracción, es la técnica del tomate, llamada así por aquellos temporizadores que aun vemos en las cocinas de las abuelas y que con forma de tomate sirven para contar el tiempo de los alimentos, pues deberías tener uno y programar tiempos de concentración y atención plena de 25 o 50 minutos, por descansos de 5 minutos para tomar un café, revisar el celular o estirar las piernas, eso te ayudará a enfocarte más y aprovechar el tiempo.


Escribiendo estas líneas viene a mi mente un personaje que conocí en alguno de mis clientes, lo llamaré Alberto, me contrataron para hacer una evaluación de algunos puestos de trabajo, entre ellos el de Alberto, pues a ojos del gerente, el pobre no tenía vida, llegaba a las 6 de la mañana, cuando su horario empezaba a las 8 y salía pasadas las 8 de la noche cuando sus compañeros salían a las 5:30, todos en la compañía hablaban de su alta carga laboral y de su buena disposición para ayudar a los demás. El Gerente pensaba que se debería dividir su trabajo en dos personas o hasta en más pero quería estar seguro y pidió un análisis, nuestra sorpresa fue mayúscula cuando al revisar con Alberto su día a día nos encontramos con que de las casi 14 horas que pasaba en la oficina más de 4 se las pasaba tomando café, departiendo con sus compañeros y fumando en el sitio (alejado de las oficinas) que se había dispuesto por la empresa y de las horas restantes, más de la mitad pasaba ocupado resolviendo y haciendo cosas de otros que nada tenían que ver con sus responsabilidades.


Alberto se estaba quemando solo y los demás se estaban aprovechando de su bondad pues a nada le decía que no. No pudimos dejar que abandonara el cigarrillo pero sí que controlara un poco más sus ausencias en la jornada y aprendió, con esfuerzo y mucha resistencia a decir que no. ¿Cuantos Alberto tienes a tu cargo? ¿O eres acaso tú uno de ellos? Es tiempo de reflexionar y cambiar esos malos hábitos y optimizar mejor tu tiempo.

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