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Elkin Darío Botero R

La Dignidad de Merecer

Actualizado: 7 ago 2020


Cuando yo era chico y en mi casa los recursos eran bastante justos para una familia de cuatro hijos, donde ocupaba el honroso segundo lugar, no había mucho espacio en el precario presupuesto, por no decir ninguno, para darse algún tipo de lujo Extravagante, tenía unos doce años y al salir del colegio cada tarde, pasaba por una tienda maravillosa e inalcanzable, vendían los “Jeans” más maravillosos que podía imaginar, aunque pensando en retrospectiva, lo único maravilloso que tenían era su marca Levi’s y lo que tenerlos significaba en términos de aceptación social, pero a esa edad no tenía la capacidad racional que creo tener hoy. Para no hacer larga la historia, soñaba con comprar un par de ellos y poder sentir algo inimaginable para mí.


Al llegar a casa y de alguna forma sugerirle a mi madre, a quien adoro, que debería comprarme unos pantalones de esos, su respuesta palabras más, palabras menos, me marcarían por muchos años…"Eso no es para usted hijo", para un niño de esa edad esas palabras, dichas sin ninguna mala intención y con el único fin de “aterrizarme” a la realidad familiar del momento, marcaron una etapa de mi vida que no fue fácil superar, al punto de que al crecer y poder comprar con mi esfuerzo mis primeros Levi’s, la sensación de satisfacción fue tal que no quería quitármelos jamás, claramente lo hice, pero me sentía como un niño a quien le compran el disfraz de su superhéroe favorito, días antes de Halloween y desde ese día no se lo quita ni para dormir, hasta varios días después…


Esa sensación de “No Merecer” ciertas cosas en la vida y que me llevó muchos años superar, es lo que me ha motivado la siguiente reflexión.


Cuando hablamos de Dignidad, lo asociamos a tener lo que cada uno se merece, para lo que soy digno, pero esa definición es tan subjetiva y etérea como el mismo concepto.


La dignidad de las personas tiene que ver, en mi concepto, con el respeto mínimo que debe recibir por su condición de igual al resto de la humanidad, sin embargo, las culturas la han segmentado, a través de la historia, hasta el punto de la segregación, con base en condiciones económicas, religiosas y sociales.


Pero surge la inquietud de que es lo que realmente nos merecemos y sobre todo cuando vemos a nuestro alrededor tanta desigualdad y de una forma tan marcada, al punto de ver con otros ojos a las personas de acuerdo a su condición actual, como si esa condición fuera permanente y no pudiera ser modificada.


Cuando estamos pequeños y aun de adultos deseamos mantener esa hermosa inocencia, la dignidad y lo que nos merecemos existe, pensamos que todo se puede, que todo es fácil y que podemos disfrutar de todo, sin importarnos como lo logramos. Al crecer y empezar a ser más conscientes que la vida es diferente, creemos que, muchas cosas que queremos y no podemos tener, no son para nosotros, no las merecemos o en definitiva no somos dignos de ellas y hablo desde un simple juguete, una marca de ropa o un paseo, hasta el colegio donde podemos estudiar, los sitios donde podemos asistir y a los grupos que podemos pertenecer.


Esa segmentación puede llegar a extremos de generar en las personas, actitudes de “Señorío” por un lado y “Servilismo” por el otro, como en la época feudal, donde algunos, por tener tierras y castillos, se creían dueños de los otros, aquellos que eran desposeídos y para el señor feudal, “Indignos” en muchos casos para dirigirles la palabra o una mirada, o sólo ser dignos de humillaciones y merecer castigos.


Lo triste de la historia es que en pleno siglo 21 aun vemos estos comportamientos en muchas personas, supuestamente de “Buena Familia”, educados en los mejores colegios y pertenecientes a la “Elite” (Lo vimos hace poco en mi país en un caso que conmocionó al mundo entero). Esta actitud es lo más incoherente y alejado de la realidad.

Creernos dueños y señores de los demás, por la única razón de ser “diferentes” en temas económicos y sociales. Ese es el ejemplo que le estamos dando y legando a las siguientes generaciones, pues muchos se soportan en el dinero, la posición, o los contactos para comprar la dignidad de las personas.


La dignidad es uno de los valores básicos de la naturaleza humana, no se es digno por tener o no tener, por pertenecer o no pertenecer, la dignidad es un valor y un derecho de todos los seres humanos y debe ser respetada en todas partes como también lo hacemos cuando actuamos con responsabilidad, honestidad y ética.


Debemos trabajar desde la Escuela en inculcar a los pequeños estos valores de la dignidad y el respeto, fundamentales para hacer un mundo menos desigual y alejado de privilegios fugaces y obsoletos, mismos valores que deben ser reforzados e interiorizados en el hogar, así tendremos personas adultas respetuosas y justas frente a la dignidad de los otros y menos personas con sentimientos de frustración o de inferioridad frente a los demás, que es lo que permite que tengamos tantos casos de acoso con desenlaces funestos, no solo en la escuela, sino en el trabajo, en la universidad y en la vida.


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