Siempre que mencionamos la palabra coherencia, nos viene a la mente una frase, "que nuestro actuar sea consecuente con nuestro pensamiento" y que lo que hacemos guarde relación con lo que decimos, pero "pasar del dicho al hecho nos implica caminar mucho trecho".
Ejercer el liderazgo es un arte que requiere de mucho tiempo de preparación y aprendizaje, pero también de muchas caídas, errores y equivocaciones, esto lo digo a pesar de que muchas personas nacen con un talento especial para dirigir, movilizar, inspirar y liderar.
Los árabes en su saludo, según me han dicho siempre, aplican una regla de coherencia: "Lo que siento y pienso, es lo que digo y hago" y lo acompañan del movimiento de su mano desde el pecho hasta la cabeza, luego a la boca y a su interlocutor... sea esto verdad o no, debe ser la formula ideal de nuestro comportamiento como líderes.
Pero ser coherentes no es solo cumplir con nuestra palabra, ser consecuentes o comportarnos de acuerdo a lo que decimos, la coherencia debe ir más allá, debe ser un estilo de vida, un credo permanente y debe estar en todas nuestras acciones como líderes sin excepción.
Liderar con el ejemplo es un reto diario para las personas que de una u otra forma inspiramos a otras para conseguir los resultados, pues muchas veces no son las palabras las que hablan de nosotros, son nuestros hechos y nuestras acciones, debemos medir con la misma vara que somos medidos, debemos actuar de acuerdo a nuestros principios y mantener el equilibrio y la equidad en nuestras acciones.
Hay una imagen publicada por David Fischman en su libro "Cuando el Liderazgo no es suficiente" que es la mejor representación gráfica de nuestra falta de coherencia y de nuestras organizaciones:
Y vemos esto además en las políticas de recorte y austeridad que son tan necesarias para las organizaciones y tan importantes en tiempos de crisis, pero que generalmente no son aplicadas en todos los niveles:
Limitamos los gastos, rechazamos compras "innecesarias" pero que pueden generar impacto positivo en el ambiente o el bienestar del equipo, mientras por el otro lado no cerramos la llave del derroche y el desperdicio.
Este es solo un ejemplo de miles que pueden haber y que "borran con el codo lo que acabamos de escribir con la mano".
Si queremos crecer como líderes debemos cuidar que cada uno de nuestros actos sea coherente con nuestros principios y con nuestro discurso, pues como inspiradores que somos del equipo, de nuestros hijos, de nuestra familia y hasta de las personas que nos rodean y que nos ven como un referente, cada palabra y cada acción nuestra es un ejemplo y un ladrillo que ponemos en la construcción de la cultura y en nuestra imagen de liderazgo.
Te invito a que revises tus actuaciones como líder, en tu casa, en el trabajo, con tus hijos, empleados, amigos y evalúes tu nivel de coherencia y si encuentras alguna oportunidad no dudes en corregirla, recuerda que, como diría Nikolái Gógol, "El Ejemplo tiene más poder que las Reglas".
