Serafín siempre ha sido un mediocre, pero es un artista del engaño, al punto que entre su equipo lo conocen como el hombre de las mil caras, detrás de su presencia de ejecutivo eficiente, cumplidor y responsable, se oculta un ser perversamente maquiavélico que manipula, acomoda, intriga y enreda para conseguir a cualquier costo el beneplácito de su jefe de turno, el cual por lo general cae redondo en sus argucias, mentiras y patrañas.
No tuvo, dicen los que los conocieron de niño, una infancia fácil, debió siempre esforzarse al máximo para cumplir con los caprichos de su madre, manipuladora como él, a la que nunca nada le satisfacía y por huir de la imagen de su padre, un ser pusilánime dominado por su esposa, la cual no perdonaba ocasión para menospreciarlo, humillarlo y compararlo con sus amigos más cercanos, comparaciones en las que nunca, obviamente, salía bien librado.
Esta relación de amor y odio que mutaba con los años, forjó en Serafín su personalidad, siempre buscando la perfección en todo, la misma que nunca pudo alcanzar a ojos de su madre, para quien los amigos y compañeros del pequeño Serafín, siempre eran mejores que él y con quien vivía comparándolo, pues nada le satisfacía por más esfuerzos, logros y triunfos que tuviera, como le decía – siempre te quedan faltando cinco para el peso –
Si la infancia no fue fácil, sus principios laborales tampoco fueron un jardín de rosas, siempre dio con jefes exigentes, tiranos y dominantes, a los cuales tomo como ejemplo y de los cuales aprendió, equivocadamente, que el poder era justo para eso, para poder… abusar, reprimir, maltratar, acosar, humillar y menospreciar a cualquiera que estuviera bajo su mando directo o indirecto, pero eso si mostrando una cara muy diferente hacia sus jefes y superiores, para los que, a expensas del trabajo arduo de su equipo, siempre mostraba los mejores resultados sin reconocer nunca que era su gente la que hacia todo el trabajo, pues su única labor era leer cuanta pagina de noticias podía, dándoselas de muy ocupado frente a su computador, o pasearse por las dependencias con aires de supervisor de producción de los de la vieja guardia, pues su aporte a la solución de los problemas o a las inquietudes de su gente era casi ninguna, contestando siempre con calzas destempladas, con frases como – eso lo deberías saber, para que estudiaste entonces – o mucho peor – tu ineptitud no te deja pensar? – a menos que la inquietud viniera de alguna de sus preferidas, pues a pesar de tener una esposa elegante y educada, decían las malas lenguas que no tenía un buena relación, por causa de su carácter y temperamento sobreprotector que rayaba con la psicosis, tanto con ella como con sus dos hijas adolescentes.
Serafín estaba obsesionado con algunas de sus subalternas, al punto de que no desperdiciaba oportunidad para sentarlas en su oficina, hablarles de temas fuera de contexto, lo cual no podía hacer sin cogerles sus manos y más de una ocasión algo más que eso, pero con su aura de perfección y la idolatría que sentían sus jefes por sus resultados, poca caso hacían a los rumores sobre sus acosos y abusos, que eran además acolitados por otras personas de su equipo y tapaban todo con mentiras y excusas sin fundamento, nadie podía entrar a trabajar a la compañía, si era mujer, sin pasar por la entrevista más insulsa y poco profesional, la que hacía Serafín, donde lo único que hacía fuera de dos o tres preguntas tontas y fuera de lugar, era escanear con su mirada de arriba abajo a la chica en cuestión para dar su visto bueno, más que una entrevista parecía un casting, al punto que varias personas decidieron retirarse de algunos procesos ante la mirada lasciva y las preguntas morbosas y desentonadas del señor de marras.
Nada se podía contratar, definir o planear si no pasaba antes por su revisión y pobrecito aquel que tratara de pasar por encima de él, era de inmediato catalogado como traidor y persona no grata para él y hacia hasta lo imposible por obstaculizar cualquier cosa que no fuera de su agrado, no hubiera sido su iniciativa o atentara con bajarlo del pedestal en el que se creía estar.
Todo esto hacía que trabajar con o para Serafín fuera un suplicio, mucha gente prefería no hacer muchas cosas para no tener que relacionarse con él, dejando proyectos sin hacer y hasta sin proponer para evitar sus desplantes, prepotencia y falta de humildad o lo peor y lo hacia con frecuencia, llevar a la gerencia planes, ideas y proyectos de otros como si fueran ideas de su propia inspiración, se pueden imaginar a esta altura de la historia como era la cultura y el ambiente en aquella organización? Un desastre por decir lo menos.
Por fortuna y como lo perfecto es enemigo de lo práctico, llegó a la organización quien lo pusiera en su sitio, quien tuviera el carácter y el criterio, además del talento suficiente para estar por encima de él en resultados y desenmascararlo frente a la gerencia, mostrando su verdadera personalidad y sus malas intenciones, de nada valieron sus promesas de cambio, pues era tan arraigada su prepotencia y falta de humildad que rápidamente cayó de nuevo en sus malos hábitos y como guerra avisada no mata soldado, no pudo aparentar más y fue despedido, para descanso de la compañía y felicidad de todos los que de una u otra forma veían en este personaje el freno y la mayor barrera para el desarrollo de la organización.
Lo más triste de historia ficticia obviamente (o no...), es que en muchas compañías estamos llenos de serafines, en todos los niveles y en todas las áreas, personas mezquinas, prepotentes y malintencionadas que juegan a dos caras, siendo lideres tóxicos que muestran una cara de perfección y buenas realizaciones a sus jefes pero que son déspotas, abusadores y tiranos con sus equipos, lamentablemente acumulan tanto poder y son tan buenos en el arte de la manipulación y la confusión que hacen gala del famoso adagio “Divide y Reinarás”
Tu reto es desenmascarar a este tipo de personajes, no seguir su juego de manipulación y mentiras y hacer valer tus ideas y posiciones escalando hasta el nivel que sea necesario para evitar que personajes como este hagan carrera en la organización, pues se convierten en el cáncer y en el freno del desarrollo no solo de la compañía, sino de sus equipos y lo peor de ti mismo.
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